Es buena idea, sí, dado que no queremos trasladar al producto final los fallos que existan en el sistema de escucha que se haya empleado en la fase de mezcla.
Un claro ejemplo, deberemos estar atentos a la frecuencia de sintonía de los monitores de la sala de mezclas, ya que los altavoces suelen incorporar un sistema de bass reflex que es resonante a una frecuencia determinada.
Dicho de otro modo, son frecuencias en las que la caja del monitor entra en resonancia y vibra más y más tiempo de lo que lo hace con otras frecuencias. Esto provoca que cuando la señal de audio en esa frecuencia se corta, esto es, cuando el altavoz debería dejar de desplazarse a esa frecuencia, en realidad no lo consiga. Un elevado factor damping del amplificador ayuda a parar el cono, pero no podrá hacerlo por completo mientras el apoyo del cono, esto es, la caja en sí, siga en movimiento.
Por tanto es normal que durante la mezcla se apliquen recortes mediante ecualización en esas mismas frecuencias tratando de solucionar un problema en la mezcla que realmente es tan solo del sistema de escucha. Durante la masterización es posible que recuperemos en cierta medida esos cortes aplicados, dado que nosotros no tenemos estos problemas en nuestro sistema de escucha y podemos apreciar que no eran necesarios.
El problema es que al devolver las masterizaciones nos hemos encontrado numerosas veces con la insistencia en seguir aplicando esos recortes, hasta que el cliente, al realizar la escucha en otros medios, comprende que efectivamente no eran necesarios.
Es tan solo un ejemplo de que dado que los sistema de escucha no son perfectos, conviene utilizar varios con características diferentes para comprobar los diferentes comportamientos.
Nuestros monitores principales.